Alma Bohemia



Te preguntabas por la tristeza, alma bohemia,  

sí, la tristeza fue mi amiga y compañera,  

jugó conmigo, saltó en la cuerda floja,  

en tempestades y en el dolor fue mi maestra.


Caminé por calles solitarias, en laberinto,

mis pensamientos detenidos en la noche,  

en cada esquina, un poco de mi vida,  

en cada sombra, un sueño no cumplido.


El vino y la música fueron mi refugio,  

las notas de un saxofón, en mis suspiros retenidos,  

en cafés llenos de humo y voces apagadas,  

encontré consuelo en almas desgastadas.


Mi lienzo, un reflejo de mi espíritu errante,  

colores mezclados con lágrimas y risas,  

cada trazo, una historia no contada,  

cada pincelada, una emoción liberada.


Viví entre poetas y soñadores,  

en el bullicio de la ciudad y la quietud de los parques,  

conversaciones infinitas bajo estrellas titilantes,  

donde el arte y la vida son un baile constante.


La tristeza me enseñó a encontrar belleza,  

en lo efímero y lo eterno, en la luz y la sombra,  

a ver el mundo con ojos llenos de melancolía,  

y a escribir mi historia con tinta bohemia.


Soy un alma que vaga sin ataduras,  

en busca de momentos que brillen con verdad,  

con el corazón abierto a la alegría y al dolor,  

viviendo cada día como una obra de arte.


Te preguntabas por la tristeza, alma bohemia,  

sí, ella fue la maestría, la musa incondicional,  

en su abrazo aprendí a ser libre,  

a ser un espíritu eterno y esencial.



-Silvana Valenti







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